Cullera

Sublimado, trascendido, disuelto en la mañana y la espuma,
como Dios manda. 
El sol se apaga durante un momento, queda el rescoldo,
un débil resplandor entre las nubes. 
En la arena el eterno romper del agua.
El hombre necesita emociones con que alimentar su alma. 
Helas aquí esta mañana 
Ea ¿dónde buscarlas? 
Qué mejor que junto a la paz tranquila de la olas, sobre la enteca arena,
metrónomo las olas, la mañana. 
Cuando el alba termina por disolverse en los espigones,
en el cercano horizonte
donde barcos de carga están anclados, 
queda el mar meciéndose azul entre las nubes. 
La playa, cabalgando sobre el mar y la Albufera,  
se extiende infinita
hacia la calina de unos montes






Mañana de viento


Y despertar

y abrir un resquicio en el sueño.

Ah, el viento entre las ramas de los árboles

donde las olas de la brisa agitan la mañana.

Y sentir el cálido del cuerpo

entre el silbido de los pájaros

y el azul de la mañana

con ladridos de perros en la lejanía

envueltos en el zureo de aburridas palomas.

Todo eso hay cuando me despierto trasnochado

la pereza acariciando los brazos y las caderas

los libros y el tigre de peluche

y el sujetalibros de cabeza de caballo de frontispicio de Partenón

sobre el encalado de la pared,

un cañaveral sobre mi cabeza

una viga color carbón.

Pero sobre todo el viento,

delgadas ráfagas que pasan las yemas de sus dedos

sobre la crecida cebada frente a mí cabaña,

y los ciruelos color vino Burdeos

a donde van a desayunar cada mañana los gorriones de la hiedra.

Y llega un repentino silencio y a poco el opaco bramido del aire,

sólo un poco,

en cuyo sopor canta un pájaro desde la rama de un olmo

o un hombre inclina su desolación

sobre una solitaria mesa de una habitación desnuda.

El hombre viste una camisa blanca

como el gitano de Goya del tres de mayo.

El hombre abriga su angustia sobre los brazos cruzados

en que se apoya su cabeza.

La silla es de mimbre

y en el cuadro la luz entra sin tiempo por una pequeña ventana.

No, el hombre no tiene sueño,

simplemente está recostado sobre su desdicha intentando calmarla.

Debajo del hombre hay un radiador pintado de amarillo

y a su izquierda tres hileras de libros, todos ellos de versos,

ocupan el frente enjalbegado de la pared;
versos para toda una vida de lectura y amor por las palabras.

El viento, como cantos de sirena, es dulce y melodioso,

a veces suena suave y blando como una nana,

semeja la tierna mano de un amante sobre la frente dormida de su amada.

Luego calla por unos instantes,

se arrebola entre los brazos de los árboles

y sale agitado inesperadamente como impelido por un susto

para poco más tarde volver dócil, infinitamente lento,

a rozar la arena dorada de la mañana.

De las ramas de la catalpa que se asoma a mi ventana

cuelgan restos de leguminosas secas

que se agitan sobre los rosales de hojas brillantes

preñados de capullos tempranos.









Bali, en la playa


Y a Dios gracias todo quedó lejos
paz recobrada
en la tranquila suerte con que 
se aglutinan las nubes de verano
poco antes de la lluvia, 
aromática tierra mojada
a la vera del camino
donde los perros no muerden
ni supuran las heridas del pasado
susurro de voces
junto al siseo monótono del ventilador
a cuestas con la parca reiteración de sus aspas 
hablando de ese otro mundo
donde la paz es posible
junto a la brevedad del todo.

Cae la tarde
el sol juega con los rizos del agua
el cielo se tinta de malva
bañando su cuerpo
en la calma del mar
donde el rescoldo último se amansa
sobre la plata dorada de las olas apacibles,
donde el aire es suave como una caricia
y la llamada a la oración del muecín
se mezcla con las voces de los niños
que juegan en la playa.


Lovina, Balí, 13 de enero de 2016





Susurros

"Prendas inmarcesibles
en que fuimos felices”,
lejanas sombras de los días
que vais dejando el óbolo de vuestra gracia
en las ramas de la mañana.
Lejanos surcos del tiempo
por dónde corre el agua de lluvia
y los pájaros buscan entre la oscura tierra,
hoy cubierta del verde brillante de la primavera,
los restos de un anhelo
donde esta mañana se agitan las cebadas
llenas sus espigas de viento.
Tierra en que la brisa trae
el tañido de las campanas de un tiempo
en donde el futuro no existía, sin embargo.

Y no obstante complacencia
la de quien despierta con versos que le trae el correo  
poco después de que su cuerpo
lleno de trinos
asumiera la constancia de estar vivo
en manos de una tibia mañana de brisa, 
susurros que como piel de melocotón
acarician sus mejillas al amanecer
mientras fuera el día despierta lleno de amapolas
en cuyos pétalos duermen pequeñas gotas de rocío. 

Y por tanto anhelo,
el que viste nuestra alma de fiesta y ternura,
esquife abandonado a la suerte de los vientos,
ausente de potestad,
medita en el silencio de las horas
frente al mar inmenso,
cuenta las estrellas
y se duerme acunado por las olas
soñando acaso en esa dicha
que habita entre el desapego
y el dulce de leche de una mañana de viento.





Beatriz


Y habitar el oscuro rincón de tus muslos
La pura caricia de mis dedos
allá donde el universo
se quiebra en oscuridad y silencio.
Tu cuerpo hecho de miel
y dunas doradas
entre las sábanas de la noche, anhelo,
mujer del camino donde los besos
como trinos de pájaros cantan al alba.
Mujer, encaje de olas subiendo a besar
barullo de pájaros
al amanecer cuando despierto,
hoy que recuerdo
esos oscuros mechones
guedejas sobre el ópalo de fuego de tus ojos,
chiribitas y cabriolas,
mientras tus palabras juegan a la comba
yo te miro, bella animala,
hembras que recorréis el mundo
llenando la mochila de versos
y trinos de alondra
flores para el final de un invierno,
tu recuerdo.

Peregrino al que el campo
el sol o el viento alentan,
revuelo de hojas,
regazo de mujer
música tu silencio
alma errante que caminas lejos
recolectando canciones
y aromas de hinojo y limoneros.
Mis piernas me alejan de ti
en esta mañana de sol de invierno,
caricia el recuerdo de tus palabras
liviana ternura recogida
en el cuenco de mis manos yo bebo
paisana de los caminos amiga,
ciao! ¡Nos vemos!

Marinero yo de agua dulce,
viajero al corazón de las tinieblas un día,
hoy a la luz de una fría mañana de sol
donde la brisa susurra
cantos de sirenas.

Mañana de viento



El Chorrillo, 4 de mayo de 2018


Mañana de viento

Y despertar
y abrir un resquicio en el sueño.
Ah, el viento entre las ramas de los árboles
donde las olas de la brisa agitan la mañana.
Y sentir el cálido del cuerpo
entre el silbido de los pájaros
y el azul de la mañana
con ladridos de perros en la lejanía
envueltos en el zureo de aburridas palomas.
Todo eso hay cuando me despierto trasnochado
la pereza acariciando los brazos y las caderas
los libros y el tigre de peluche
y el sujetalibros de cabeza de caballo de frontispicio de Partenón
sobre el encalado de la pared,
un cañaveral sobre mi cabeza
una viga color carbón.
Pero sobre todo el viento,
delgadas ráfagas que pasan las yemas de sus dedos
sobre la crecida cebada frente a mí cabaña,
y los ciruelos color vino Burdeos
a donde van a desayunar cada mañana los gorriones de la hiedra.
Y llega un repentino silencio y a poco el opaco bramido del aire,
sólo un poco,
en cuyo sopor canta un pájaro desde la rama de un olmo
o un hombre inclina su desolación
sobre una solitaria mesa de una habitación desnuda.
El hombre viste una camisa blanca
como el gitano de Goya del tres de mayo.
El hombre abriga su angustia sobre los brazos cruzados
en que se apoya su cabeza.
La silla es de mimbre
y en el cuadro la luz entra sin tiempo por una pequeña ventana.
No, el hombre no tiene sueño,
simplemente está recostado sobre su desdicha intentando calmarla.
Debajo del hombre hay un radiador pintado de amarillo
y a su izquierda tres hileras de libros, todos ellos de versos,
ocupan el frente enjalbegado de la pared;                   
versos para toda una vida de lectura y amor por las palabras.

El viento, como cantos de sirena, es dulce y melodioso,
a veces suena suave y blando como una nana,
semeja la tierna mano de un amante sobre la frente dormida de su amada.
Luego calla por unos instantes,
se arrebola entre los brazos de los árboles
y sale agitado inesperadamente como impelido por un susto
para poco más tarde volver dócil, infinitamente lento,
a rozar la arena dorada de la mañana.
De las ramas de la catalpa que se asoma a mi ventana
cuelgan restos de leguminosas secas
que se agitan sobre los rosales de hojas brillantes
preñados de capullos tempranos.



albertodelamadrid.es








Tristeza

La de algunas mañanas
dolor físico circulando por las venas
disolviéndose niebla temprana
al final del sueño.
...amiga, tenue, como de seda,
nudo en la garganta,
temblor en las manos,
es todo.

De dónde venga
qué paisajes atravesó
hasta posarse sobre mi duermevela
¿quién los sabe?
Incisiva como filo de cuchillo
como amante reclamando un porqué
tras el naufragio.

Azarosa, llena de calma,
se ovilla entre mis sábanas
como gato tiritón
que buscara el calor de su viejo amo.

Con ella repaso el álbum de los recuerdos
donde aparecen nombres propios
que son ceniza clara
entre la tierra húmeda de mi jardín,
un ramo de flores sobre un tumba,
la caricia distraída
de las yemas de unos dedos
el calor frío de una despedida
cuando el tren se aleja.
Ahora, que mis versos se secaron
y sólo quedan el olor de las jaras
el rumor de un riachuelo
ahíto de frío
en los bajíos de una hondonada...